Blog

opiniones, artículos, comentarios...

Finalista en el Concurso de Poesía y Relato Lorenzo Oliván

CACA DE PERRA

DANIELA BARTOLOMÉ MORO

 

 

Jacinta camina con su perra. La lleva en brazos la mayor parte del tiempo, excepto cuando hace sus necesidades. La chihuahua viaja en su regazo. Tiene un ojo tuerto, una pata inmóvil, y su columna vertebral hace un escalón ostensible sobre el lomo. Anda con mucha dificultad, muy despacio, y la octogenaria con todo el cariño le dice:

– ¡Ven Pulga que “penuca” das! -. Pulga mira a Jacinta con su ojo saltón agradecido y contempla el mundo desde el balcón de su antebrazo, ahora tranquila, porque ya ha visto y sufrido bastante en sus carnes las malas artes de gente despiadada. Se adoptaron mutuamente.

Sin acelerarse y bajo un estupendo sol veraniego, ambas agradecen el calor. La mano recorre el lomo del animal, sube y baja el salto de su vértebra, Pulga ladra entendiendo y se acurruca haciéndose una pequeña bola de pelo. Jacinta habla sola, como de costumbre; hoy si cabe más preocupada.

―Yo lo dije, nunca oculté nada, el casero sabía que tenía perro―

Era una renta baja, en la zona más antigua del municipio, edificios de cuatro plantas, de madera, muy viejos que permitieron a Jacinta antaño, acceder a un techo con sus exiguos ingresos. Su raquítica pensión de mujer que no ha cotizado a la seguridad social, aunque trabajó desde sus más tiernos años, justo le permite apartar de los cuatrocientos ochenta y cuatro con sesenta y un euros, el alquiler, la luz y el agua. Pulga no genera casi gasto, ambas comen lo mismo. Lo que rebuscan cuando el supermercado saca la basura, es su labor diaria, su trabajo. Jacinta habla a Pulga como a una hija, como a alguien humano.

―Eusebio, mejor hubiera hecho en avisar que venía a cobrar el alquiler hoy martes, o ¿es que cree que se puede entrar en la casa de una como si fuera la suya? ―

Un suave lloriqueo de Pulga hace a Jacinta mirarla, y añadir, ―que sí, tienes razón, es su piso, pero yo siempre le pago, cuido muy bien de mi casa, como tú cuando ladras a los extraños que tocan el timbre ―

El rato de conversación va apurando distancia y Jacinta con Pulga en el regazo llega a la altura de la comisaría. Se para frente a la entrada. Mira su reflejo en el cristal de la amplia puerta de acceso, y ve a Pulga ponerse en guardia, expectante. Shhhhh la tranquiliza, porque tienen que entrar.

Un policía vigila el acceso, y la mira. Abandona su postura marcial para abrir la puerta y preguntarle si quiere algo, a lo que ella responde que no pero no se mueve del sitio. Tras unos minutos se dirige a ella de nuevo, diciéndole que circule que no puede estar entorpeciendo el paso a la comisaría.

(Continuará)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *