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DOCE DE ABRIL, CONFINADA.

Photo: Daniela Bartolomé

"VIAJAR SIN VIAJAR"

Es más tarde que estos días atrás. La traición de Lorenzo, con su no aparición, me deja más rato acostada entre sueños; hoy he estado en un pueblecito, al que llegaba en bicicleta. Por el acento de un hombre al que pregunté cómo salir de nuevo para tomar la carretera general, asturiano, amable y bien dispuesto a acompañarme andando junto a mi en la bici, y entrar, en la ruina de una antiquísima iglesia, al lado del camino, que aún conservaba su techumbre, pero plagada de agujeros (como si fuera un gruyère) donde con nuestra entrada en el recinto, no santo ya, se espantaron palomas con un batir de alas ensordecedor. Tampoco lucía Lorenzo en ese pueblecito y lluvias anteriores dejaron un suelo blando por sus trochas de tierra negra y orillas verdes de fresca hierba.
Hoy mi balcón, en esta perspectiva aérea de la calle, me deja ver los finos mapas húmedos que, quizá, un llovizna nocturna ha pintado. Entre las partes húmeda y seca de la acera, mis ojos, resuelven accidentes geográficos: ora un golfo, un cabo, una costa recortada, ensenadas y...playas que el toque de humedad separa de la parte sin ella.
Salen, calmos, los perros del jardín, otro llega tranquilo al olisqueo en verde de las noticias caninas de la mañana. Ese mapa del jardín, plastrón verde, un TEATRO CANIS que hoy dejo de contemplar; prefiero la playa de tres líneas atrás, donde hoy me evadiré escuchando olas y saboreando salitre en mis labios.

Es domingo, doce, y se dice que hoy resucitó...(una pena sin sol)

Daniela Bartolomé Moro

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